«El plan del ego consiste en que primero veas el error claramente, y en que luego lo pases por alto. Mas ¿cómo ibas a poder pasar por alto aquello a lo que has otorgado realidad? Al verlo claramente, le has otorgado realidad y no lo «puedes» pasar por alto. En este punto es donde el ego se ve forzado a recurrir a misterios, insistiendo en que para salvarte tienes que aceptar lo que no tiene sentido.» T.9.IV.4:4-7
En este momento clave, Jake (el protagonista) entra solo en el ascensor. Pero no está solo: entra con sus miedos. Esa voz que le ha acompañado siempre, que ha guiado sus decisiones, que le ha hecho creer que lo protegía. La voz del ego. Hasta ahora se había dejado engañar por ella, pero algo ha cambiado, por primera vez la escucha claramente.
“El plan del ego consiste en que primero veas el error claramente, y en que luego lo pases por alto.”
Jake lo ve. Reconoce el miedo, ve la mentira, el engaño, la manipulación. Pero todavía cree que es real. La voz «dentro de su cabeza» le dice: “¡No me ignores! ¡Yo soy tú!”.
Aquí es donde el ego, por miedo a desaparecer, activa su jugada maestra: la confusión. Le hace pensar que si lo ignora, se destruirá a sí mismo. Que no podrá vivir sin él.
“¿Cómo ibas a poder pasar por alto aquello a lo que has otorgado realidad?”
El ego ya ha sido desenmascarado, pero aún tiene fuerza, porque el protagonista lo sigue creyendo suyo, sigue identificado con él y creyendo sus mentiras. Lo ha hecho real. Y como no se atreve a simplemente “pasarlo por alto”, el ego recurre a su último truco: lo envuelve todo en confusión, en duda, en sin sentido, en caos mental.
“El ego se ve forzado a recurrir a misterios, insistiendo en que para salvarte tienes que aceptar lo que no tiene sentido.”
Así funciona el sistema del ego (miedo): te confunde y luego te ofrece una salida absurda que, si la aceptas, refuerza la trampa. Pero Jake no cede. Y al no hacerlo, algo se rompe para siempre dentro de él. Esa es la grieta por donde entra la Luz.
Después del ascensor algo ha cambiado. El protagonista no está tranquilo porque haya vencido al ego, sino porque dejó de creer en él. Lo escuchó gritar… y no respondió. El ego solo tiene poder mientras lo tomas en serio. Cuando lo ignoras sin culpa, se deshace.
«La apacible y queda Voz que habla en favor de Dios no se ve ahogada por los estridentes gritos e insensatos arranques de furia con los que el ego acosa a aquellos que desean escucharla.» T.21.V.1:6
