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La fe ante la adversidad

«La fe es la confianza que el maestro de Dios tiene de que la Palabra de Dios ha de resolver todas las cosas perfectamente. No sólo algunas, sino todas.» (M.4.IX.1:4)​

¿Por qué algunas personas siguen adelante en las peores circunstancias y otras se rinden ante el primer obstáculo?

No es cuestión de fuerza física, ni siquiera de voluntad. Es una cuestión de fe. Si crees que hay una solución, si confías en que todo se está resolviendo, sigues nadando después de un naufragio. Pero si crees que todo está perdido, te hundirás.

El curso nos recuerda que la fe no puede ponerse a medias. No podemos confiar en que algunas cosas se solucionarán y otras no. O confiamos en que todo tiene un propósito y se resolverá, o seguimos atrapados en la incertidumbre y luchando contra «nuestro catastrófico destino».

Cada vez que decimos «ya no puedo más», en realidad estamos diciendo «ya no creo que esto tenga solución». Pero si hoy decidieras confiar plenamente en que todo se está resolviendo, ¿cómo te sentirías?

La paciencia como forma de certeza

«Los que están seguros del resultado final pueden permitirse el lujo de esperar, y esperar sin ansiedad. Para el maestro de Dios tener paciencia es algo natural. Todo lo que ve son resultados indudables que ocurrirán en un momento que tal vez aún le sea desconocido, pero que no pone en duda.» (M.4.VIII.1:1-3)

Lo que nos mantiene a flote en las crisis no es la fuerza ni la resistencia física, sino la certeza de que todo se resolverá. Quien ha perdido la esperanza se hunde, pero quien sabe que la ayuda está en camino sigue adelante.

La resiliencia es eso: una decisión de confiar en que hay una salida, aunque no la veamos aún. Es elegir mantenernos en pie, seguir adelante, no porque tengamos pruebas tangibles, sino porque hemos decidido no dudar.

Cada vez que nos abandonamos o nos damos por vencidos lo hacemos porque creemos que «no vale la pena». Pero la fe nos dice otra cosa: todo tiene sentido, todo tiene un propósito y todo se resolverá a su debido tiempo.

¿Y tú? ¿Tienes la certeza de que todo irá bien? ¿O aún te pierdes en pensamientos destructivos para mantenerte en el sufrimiento?

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