La culpa te persigue como una sombra, susurrándote pensamientos intrusivos que parecen imposibles de ignorar. Esto ocurre porque actúa como un «parásito mental»: un patrón de pensamiento recurrente que se alimenta de nuestra atención y refuerzo. Si le das importancia, crece; si eliges ignorarlo, pierde su fuerza.
¿Cómo puedes aplicar esto en tu vida?
Detecta el parásito:
Observa los pensamientos intrusivos que alimentan tu culpa. Escríbelos o reflexiona sobre ellos para identificarlos claramente.
Cuestiona tus pensamientos:
Pregúntate: ¿Es este pensamiento cierto? ¿Qué pasaría si decidiera no darle importancia?
Retírales tu atención:
Como muestra el vídeo de hoy, la culpa se desvanece cuando dejas de alimentarla. Enfócate en pensamientos que te lleven a la paz.
Si tienes el poder de elegir a qué pensamientos prestar atención, ¿por qué no empezar hoy mismo a retirar tu energía de aquellos que solo te causan sufrimiento? La liberación comienza con tu decisión.
El ego te enseña a que te ataques a ti mismo porque eres culpable, lo cual no puede sino aumentar tu culpabilidad, pues la culpabilidad es el resultado del ataque. De acuerdo con las enseñanzas del ego, por lo tanto, es imposible escaparse de la culpabilidad. Pues el ataque le confiere realidad, y si la culpabilidad es real no hay manera de superarla. El Espíritu Santo sencillamente la desvanece mediante el sereno reconocimiento de que nunca ha existido. T.13.I.11:1:4
Deshacerse de pensamientos negativos
En Pesadilla en Elm Street (1984), la protagonista descubre que Freddy Krueger, el villano que la atormenta en sus sueños, solo tiene poder mientras ella le teme.
Al final de la película decide enfrentarlo de una manera inesperada: ignorándolo por completo. En ese instante, Freddy desaparece, porque ya no tiene el combustible que lo mantiene vivo.
A continuación abre la puerta y se encuentra con la claridad del día y su madre y amigos de vuelta al mundo.
Destacable cómo la madre dice: «Se apagará enseguida, de otro modo no brillaría tanto». Parece como si la protagonista se dejara influenciar por la sentencia de su madre o compartieran la creencia de que lo bueno no puede durar mucho.
Si ya has visto la película sabrás que no termina bien, pero eso ya es otra historia.
La culpa funciona de la misma manera.
Estas influencias solo pueden existir con nuestra atención y refuerzo, pero cuando las detectamos, cuestionamos y trabajamos para no alimentarlas, pierden su fuerza.
No tiene que luchar para salvarse. No tiene que matar a los dragones que pensaba que le perseguían. Tampoco tiene que erigir las sólidas murallas de piedra ni las puertas de hierro que pensó que lo mantendrían a salvo. Ahora puede deshacerse de la pesada e inútil armadura que confeccionó a fin de encadenar su mente al miedo y al sufrimiento. L.134.12:1-4
