Cuando permitimos que la culpa invada nuestra mente, a menudo proyectamos esta sensación sobre nuestro cuerpo, convirtiéndolo en el portador de nuestras fantasías de castigo. Sin embargo, el cuerpo no actúa por sí mismo, solo sigue las órdenes que recibe de una mente que puede elegir la paz.
¿Qué pasaría si hoy decidieras liberar tanto a tu mente como a tu cuerpo de la carga de la culpa?
«Has transferido la culpabilidad de tu mente a tu cuerpo. El cuerpo, no obstante, no puede ser culpable, pues no puede hacer nada por su cuenta.» (UCDM, T.18.VI.2:5-6)
Miedo a ser feliz
El miedo a ser feliz proviene de una creencia profundamente arraigada: la idea de que la felicidad no puede durar mucho, pues de otra manera no estaríamos pagando la culpa que creemos que debemos pagar.
Este temor refleja una desconexión con la verdadera naturaleza de Dios, que es paz absoluta. Elegir soltar este miedo es abrirnos al reconocimiento de que nuestra felicidad es nuestro estado natural y nuestro derecho.
«Dios, al ser Amor, es también felicidad. Tener miedo de Él es tener miedo de la dicha.»
(UCDM, L.103.2:4-5)
