Sabemos que nuestras emociones y pensamientos determinan la frecuencia que emitimos y, por lo tanto, influyen en nuestra experiencia terrenal. No podemos controlar lo que ocurre a nuestro alrededor, pero sí podemos decidir cómo queremos sentirnos y cómo responder. Esa elección nos alinea con una frecuencia mental que atrae experiencias afines. Sentirnos en paz, agradecidos o confiados transforma nuestra realidad y nos acerca a una vida más plena.
«Nadie puede sufrir pérdida alguna a menos que esa haya sido su propia decisión. 2 Nadie sufre dolor salvo cuando él mismo así lo decide. 3 Nadie puede estar afligido, sentir temor o creer que está enfermo a menos que eso sea lo que desea. 4 Y nadie muere sin su propio consentimiento. 5 Jamás ocurre nada que no sea una representación de tus deseos, ni se te niega nada de lo que eliges. 6 He aquí tu mundo, completo hasta el más ínfimo detalle. 7 He aquí toda la realidad que tiene para ti. 8 Mas es sólo ahí donde se encuentra la salvación.»
UCDM L.152.1
Soy responsable de lo que veo
UCDM nos recuerda que somos responsables de nuestra percepción y de los sentimientos que elegimos experimentar. Esto no trata de conseguir cosas materiales, sino de algo más profundo: reconocer que nuestra experiencia de vida está directamente relacionada con nuestras decisiones internas.
Cuando sanamos nuestras creencias falsas, alineamos nuestros pensamientos y emociones con la Verdad. Es entonces cuando se manifestará la grandeza del Hijo de Dios en todos los aspectos de nuestra vida. No es lo que conseguimos, sino lo que elegimos sentir, lo que transforma nuestra experiencia.
«Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí.»
UCDM T.21.II.2:3-5
