«Mi decisión no puede imperar sobre la tuya porque la tuya es tan poderosa como la mía. De no ser así, los Hijos de Dios no gozarían de perfecta igualdad. No hay nada que nuestra voluntad conjunta no pueda lograr, pero la mía sola no puede ayudarte. Tu voluntad es tan libre como la mía y ni siquiera Dios Mismo se opondría a ella.» (T-8.IV.5:9-12)

Esta frase nos recuerda que el libre albedrío es absoluto y sagrado. Ni siquiera Dios interfiere en nuestras decisiones porque hacerlo anularía nuestra propia capacidad creadora. Esto significa que el camino del aprendizaje y la transformación es una elección personal. Dios no te puede obligar a nada. Nunca lo hizo ni nunca lo hará.
Muchas veces buscamos señales externas, esperando que el Espíritu nos diga con claridad qué hacer, pero Él solo puede guiarnos cuando hemos tomado la decisión de escuchar. No puede imponernos nada, porque Su Voluntad no es forzarnos, sino recordarnos el poder que tenemos para elegir.
Si alguna vez sientes que «no recibes respuestas», ten por seguro que no será porque no están ahí, sino porque aún no has decidido con firmeza abrirte a verlas y aceptarlas. La verdadera comunicación con Dios ocurre cuando reconocemos que no somos esclavos de las circunstancias, sino creadores de nuestra experiencia.
¿Estoy dispuesto a escuchar la guía del Espíritu o sigo esperando que Él decida por mí?
No uses el curso para atacar
«Puesto que tu voluntad es libre, puedes aceptar -en cualquier momento que así lo decidas- lo que ya ha ocurrido y sólo entonces te darás cuenta de que siempre había estado ahí.» (M-2.3:5)
Cada persona se encuentra en su propio proceso de aprendizaje, y el despertar no se puede forzar. No tenemos que «explicarle» a alguien que aún está sumido en la rabia, el odio o la resistencia, porque la comprensión llega cuando la persona está lista para recibirla. ¿Recuerdas dónde estabas tú hace 10 años?
Dejarle elegir no es indiferencia, abandono ni superioridad, sino respeto. No uses la enseñanza para atacar el libre albedrío de tu Hermano. Cada uno elige el momento en que está dispuesto a ver las cosas de otra manera. Intentar acelerar el proceso de otro solo generará más resistencia y conflicto.
Desde esta perspectiva, la paz no proviene de convencer a los demás, sino de comprender que cada uno despertará cuando lo decida. Nuestra tarea no es imponer una visión, sino mantenernos firmes en la nuestra, ofreciendo un ejemplo vivo y claro de lo que significa elegir la paz.
¿Estoy tratando de imponer mi comprensión a otros o permito que cada uno encuentre su camino a su propio ritmo?
